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JOSÉ VILLALOBOS

CONTENIDO

El maestro y su taller

Siempre me han gustado los formatos grandes en pintura y siempre soñé con tener un taller donde pudiera trabajarlos. Estoy hablando de 180 x 250 cm o 2 x 3 m. O cosas así. Incluso de aquí saqué una pieza que tenía casi 6 m de largo.
Curiosamente, durante el periodo de la pandemia –mientras estuvimos encerrados aquí– hice una serie de formatos pequeñitos que eran como de 40 x 50 cm, eran unas cositas así, pequeñas.
Pues Paty, mi esposa –tu madre– y yo, nos metimos en este rollo de vivir una cotidianidad aquí en casa sin salir durante el tiempo de la pandemia y descubrimos que, yo al menos, descubrí que –porque ella estaba metida en sus cosas– descubrí que mi cotidianidad se había transformado y había cambiado la mirada a una mirada de cercanía.
Entonces empecé a ver el comportamiento de los perros, a ver cómo –en un momento– habían nacido camadas de pájaros y por ahí estaban; luego escuchaba reportes de que iba a llover y esperaba la lluvia y había truenos y cosas pero no llovía.
La mirada cercana, el reflejo de la luz cambiando durante el día, la sombra, los tiempos entre que comíamos, cuando limpiábamos un poco la casa, el taller, las cosas. Muchas de estas pinturas tienen nombres de esa cotidianidad. Como por ejemplo, a una le puse Feliz domingo, a otra le puse Lunes por la tarde, a otra más Homenaje al jueves, un día cualquiera, pude haberle puesto "homenaje al miércoles" o cualquier otra cosa; creo que, visto así, a tras tiempo, puedo ver y descubrir un poco de las situaciones que estuvimos viviendo en este periodo.
Hace poco me hicieron una entrevista para preguntarme qué había pasado conmigo durante la pandemia, de qué manera me había afectado, qué cosas había visto o qué cambios había generado. Y comencé a comentar justamente estas cosas, de cómo esta cotidianidad te va definiendo y entonces lo que tú haces entra en en relación con esa cotidianidad. Es interesante.
Lo primero que construí de esta casa fue el taller y, prácticamente, vivía aquí en el taller. En realidad, incluso ahora, puedo ver que prácticamente vivo en este taller. Cuando está Paty en casa, entonces voy a visitarla por allá, vemos un poco de tele. Pero soy como los perros, cuando no estamos, los perros van y hacen otra vida en otro lado, y volvemos y estan aquí.
Y algo así me pasa, cuando estoy solo dejo de ver esa cotidianidad familiar, se ve transformada, dejo de ver tele, dejo de incluso de comer; voy, hago un café, vengo por acá, me canso, me siento y leo un poco, en fin, cualquier cosa.
Entonces, lo primero que pensé fue en hacer el taller, y luego me enfrenté a que una construcción de estas dimensiones necesitaría un constructor profesional, por el alto del techo y las vigas y todo esto. Sin embargo, decidí hacerlo con los albañiles de aquí del pueblo y es curioso porque algunos de ellos todavía recuerdan que trabajaron aquí y les gusta pensar que ellos hicieron la casa.
Entonces, todo esto es mano de obra de albañil de aquí del pueblo y el taller más o menos funciona, necesito hacer algunas adaptaciones, pero en general resuelve muchas de las cosas que hago, sobre todo esos trabajos en gran formato.
Sí, me gusta mi taller, tengo almacenadas aquí porquerías que acumulo: libros, libros viejos, papeles, cacharros, materiales –un monton de materiales– rollos de tela, bastidores, en fin. Y bueno sí, sí disfruto del trabajo cotidiano en mi taller.

OAXACA, MÉXICO

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